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Vale, sé que te cuesta leer. Lo sé porque nos ha pasado a muchos y porque vivimos en un momento en el que tenemos la atención cada vez más dispersa. Pero sigue leyendo, que verás como no lees tan lento como crees…
Un club de lectura infinito
Imagina dedicarte a un solo libro durante casi tres décadas. ¡Casi 30 años leyendo el mismo libro! Eso es precisamente lo que hizo un grupo muy particular de lectores en Venice, California.
Desde 1995 hasta 2023, el Club de lectura Finnegans Wake de California se reunió religiosamente cada mes para leer —y por supuesto para discutir sobre lo leído— apenas una página del más oscuro de los libros de James Joyce.
Al inicio sus miembros leían dos páginas por mes, pero aunque parezca broma no lo es: pronto descubrieron que ese ritmo era “demasiado intenso” para el denso estilo joyceano, así que lo redujeron a una sola página en cada encuentro.
A ese paso tan ridículamente lento, les tomó 28 años llegar al final de Finnegans Wake.
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Pues resulta que el libro elegido no era casualidad. Finnegans Wake, de 1939 es famoso por ser una de las novelas más extrañas y difíciles de la literatura moderna. Joyce tardó 17 años en escribir estas 628 páginas que fusionan el mundo real con sueños, salpicadas de juegos de palabras, neologismos y referencias a unas 80 lenguas distintas.
Todo un regalo de la literatura…
Por eso no sorprende que el propio Joyce bromeó que «el lector perfecto tendría que padecer un “insomnio ideal” y dedicar su vida entera a sus obras». Tras casi treinta años de reuniones, los miembros del club pueden confirmar que, al menos en este caso, el autor no estaba exagerando ni lo más mínimo…
Sobre este libro imposible
La estructura de Finnegans Wake es circular: su última frase queda inconclusa y continúa al comienzo del libro. Literalmente, el final se mezcla con el inicio. De ahí que, tras leer la última línea en octubre de 2023, los lectores decidieron empezar de nuevo “exactamente en la página tres”, conscientes de que , tal como avisó su organizador Gerry Fialka. En sus propias palabras:
“No hay un siguiente libro… solo estamos leyendo uno, para siempre… No terminamos. El libro es cíclico. Nunca termina”.
No es de extrañar que el grupo necesite tanto tiempo: incluso los especialistas admiten que Finnegans Wake se resiste a cualquier intento de lectura convencional. Para entender la magnitud del desafío baste con esta comparación: más tiempo tardó el club en leerlo que Joyce en escribirlo.
Joyce trabajó en la novela durante 17 años, mientras que el club necesitó 28 para “saborearla y entenderla”. Un experto irlandés señaló que este récord bien puede ser único: mientras su propio grupo en Dublín terminaba en unos 15 años, el de California usó casi el doble de tiempo.
El Comienzo del Club de Lectura en Venice
El grupo nació de la inquietud de Gerry Fialka, un cineasta experimental y amante de lo excéntrico. En 1995, con poco más de 40 años, organizó la primera reunión en la biblioteca local de Venice, Los Ángeles.
Se presentaron una veintena de personas por encuentro, todos intrigados por leer una página o dos de esa obra misteriosa. Tras las primeras sesiones se dieron cuenta de lo complicado del texto y ajustaron la dinámica: de dos páginas pasaron a una sola página por mes. Según Fialka, la idea surgió justamente porque “nunca habría leído Finnegans Wake por mi cuenta”, así que invitó a otros a embarcarse juntos en la aventura.
Con el paso de los años el lugar de reunión cambió: de la biblioteca pública a llamadas por Zoom (especialmente durante la pandemia). Algunos lectores eran locales, otros llegaban de lejísimos; uno de ellos, Peter Quadrino, viajaba ¡tres horas desde San Diego! para no perderse la sesión.
El propio Quadrino, hoy contable de 38 años, recuerda que al mudarse a Austin decidió crear un club semejante allí, pegando carteles e incluso anunciándose en el periódico local. Doce años después, su grupo de Texas ha leído la mitad de Finnegans Wake y planea terminarlo en unas dos décadas, otro ejemplo de dedicación extrema.
La diversidad del grupo fue amplia. Había de todo, desde lectores de 12 hasta 98 años participando en distintos momentos. Gente común: una administradora de biblioteca los describió como “personas muy inteligentes y un poco raras”.
Entre ellos destaca Bruce Woodside, un jubilado de Disney de 74 años que empezó a leer Finnegans Wake en su adolescencia y se unió al club en los 90. Woodside cayó y volvió: tras abandonar el grupo por dos décadas, regresó jubilado y encontró que en ese tiempo “el grupo había avanzado del capítulo 1 al 15”.
Dice que lo que más le gustó es que “el club de Gerry era simplemente divertido”. Para Woodside y otros, el libro posee una “cualidad visionaria” pese a que a la vista de cualquiera parecen “628 páginas de cosas que parecen errores tipográficos”.
Un ritmo lento… pero exigente
La clave de la peculiaridad del club fue el ritmo de lectura: una página al mes, sin prisa. En cada encuentro se toma un par de horas para leer en voz alta ese fragmento, detenerse en las palabras más crípticas y discutir su significado (o falta de él).
“Leyendo una página al mes durante 20 años no sabría contarte mucho sobre la trama; lo que realmente haces es sumergirte en los detalles de ese momento particular”
Gerry Fialka lo compara con “viajar con ácido” (metafóricamente hablando, claro está…). Esa imagen surgió en una entrevista de radio: para él leer Finnegans Wake en grupo era como una experiencia psicodélica compartida, cargada de simbolismos y sensaciones.
Otro miembro añade que “hablar de Joyce con el grupo ha sido lo más gratificante de mi vida”, aun cuando para ello tenga que abrir decenas de pestañas en Wikipedia durante cada reunión y “sentir que mi cerebro acaba de darse una ducha” al final de cada sesión.
El propio Fialka insiste en que la lectura era más un ritual comunitario que un mero estudio literario. Lo describió como “más una pieza de arte performativo que un club de lectura”, un “organismo vivo”, incluso un “coral” donde cada quien aportaba su voz.
En la última reunión de octubre, por ejemplo, arrancó invitando a todos a “tomar una respiración consciente” juntos antes de leer la página final; luego pidió recitar en coro un poema de Lawrence Ferlinghetti, considerado un “total fan del libro”, antes de que los participantes leyeran dos líneas por persona.
¿Te imaginas ese momento tras tanto tiempo?
Las voces del club
A lo largo de los años puedes imaginarte la cantidad de personas diferentes y anécdotas que quedaron en el club. Un miembro típico podría ser el aficionado que se cruza medio estado para participar, o el entusiasta jubilado que lo retoma tras una pausa.
Muchos destacan que, pese a la lentitud, han forjado amistades y aprendizajes. “He conocido a mucha gente que se ha vuelto mi amiga”, admite Fialka. Para Woodside y otros veteranos, la comunidad lectora traspasaba lo meramente académico: cuando terminaban la lectura, no había champán ni trompetas (Fialka bromea que “no fue como ver a Dios, no fue para tanto”).
Más bien se trataba de un logro compartido y casi surreal: descifrar juntos líneas como “bababadalgharaghtakamminarronnkonnbronntonner….” en voz alta, reír con las ocurrencias del texto, dudar hasta perder la noción del hilo narrativo.
La experiencia generó curiosidad en el público. Cuando la gente se enteraba, la reacción más común era pensar que estaban locos… Incluso el propio Woodside se confesaba acostumbrado a que los tratasen como tal.
Otro miembro comentaba que leer esas páginas únicas de manera colectiva era “un antídoto perfecto para nuestra época” —y cómo lo entiendo…— donde todo parece reducirse a un tuit; Finnegans Wake en cambio “reafirma la complejidad necesaria de la existencia humana” según el profesor John McCourt.
Pero más allá de las bromas ajenas, lo importante era el proceso interno de cada uno de los miembros. Roy Benjamin, lector remoto de 70 años desde Nueva York, lo resumía:
“Joyce es una obsesión. Cuanto más aprendes, más sentido —y sinsentido— tiene para ti”.
Un final que es nuevo comienzo
Finalmente, en octubre de 2023, el club leyó la última página de Finnegans Wake, completando el tomo tras 28 años. Sin embargo, nadie esperó un final solemne. Como dicen, el libro no termina nunca: la última línea queda a medio camino, para retomarse al abrirlo de nuevo.
Por eso al mes siguiente volvieron a la página inicial. “No hay otro próximo libro”, dictó Fialka. “Solo este, para siempre”. Y así continuarán, página por página, disfrutando del viaje infinito. Una y otra vez…
Más allá del chiste fácil, este club de lectura demostró que la pasión por la literatura puede ser un modo de vida. Lo que empezó como un curioso experimento se convirtió en un ritual compartido, una comunidad que atravesó presidencias, revoluciones tecnológicas y cambios personales mientras releía una y otra vez las extrañas historias de Joyce.
Como concluye Sam Slote, uno de los expertos, Finnegans Wake “no es algo que una sola persona pueda dominar realmente”, por eso hace falta un esfuerzo colectivo. Y estos lectores prolongados se lo tomaron en serio. Hoy, a 28 años del inicio, pueden decir con una sonrisa: logramos el objetivo más lento del mundo de los libros.
¿Y tú? ¿Te apuntarías a un club de lectura como este?
Fuentes: He recopilado los detalles en reportajes de The Guardian y Smithsonian Magazine, así como entrevistas de NPR y otros medios como Tendencias, que documentaron este fenómeno literario real.