- 1. Arthur Conan Doyle y Sherlock Holmes: El detective que «se pasó de listo»
- 2. Anthony Burgess y La naranja mecánica: ¿Fama o maldición?
- 3. Bram Stoker y Drácula: El éxito que nunca vio
- 4. J.D. Salinger y El guardián entre el centeno: «¡Dejadme en paz!»
- 5. Kurt Vonnegut y Matadero cinco: «¿Otra vez esto?»
- 6. Mary Shelley y Frankenstein: Un éxito que se volvió un peso
- Y tú, ¿qué opinas?
En el fascinante mundo de la literatura, no todo es admiración por las obras creadas. Sí, suena raro, pero algunos de los autores más famosos llegaron a detestar sus propios libros o personajes icónicos. ¡Imagínatelo! Estas historias nos recuerdan que, detrás del genio literario, hay personas como tú y yo, con sus manías, contradicciones y frustraciones.
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Hoy te voy a contar las historias más curiosas de autores que acabaron hasta las narices (hablando mal y pronto) de sus propias creaciones.
1. Arthur Conan Doyle y Sherlock Holmes: El detective que «se pasó de listo»
Si te digo «Sherlock Holmes», seguro piensas en detectives, misterio y un sombrero curioso. Pero, ¿sabías que Arthur Conan Doyle, su creador, lo odiaba? Doyle estaba harto de que Holmes fuera más famoso que sus otras obras.
«Estoy harto de su sombra; me roba el tiempo y el espacio para cosas mejores».
Tan harto estaba que decidió acabar con él en El problema final, haciendo que Holmes cayera por las cataratas de Reichenbach junto con Moriarty. Pero los fans no se lo tomaron nada bien.
Imagínatelo: cartas, protestas, gente furiosa. Al final, Doyle tuvo que resucitar al detective, aunque lo hizo de mala gana. Además, no fue fácil para él retomar al personaje, porque sentía que la presión de los lectores le obligaba a renunciar a su propia visión creativa.
2. Anthony Burgess y La naranja mecánica: ¿Fama o maldición?
La naranja mecánica es de esas historias que nunca olvidas. Pero Anthony Burgess, su autor, lo veía más como un peso que como un logro. Burgess decía que la novela era «un monstruo» que eclipsó el resto de sus libros. Y no le faltaba razón. La adaptación cinematográfica de Stanley Kubrick fue tan polémica que le trajo muchos problemas.
“Ojalá no la hubiera escrito”, confesó alguna vez. Y es que para él, La naranja mecánica no era su mejor trabajo, aunque fuera el más famoso. Además, la película no le hizo ningún favor y atrajo tantas críticas y malentendidos que Burgess pasó gran parte de su vida aclarando que su mensaje original era mucho más profundo que la violencia que la gente asociaba con la historia.
3. Bram Stoker y Drácula: El éxito que nunca vio
Si hablamos de vampiros, Drácula es el rey. Pero, ¿sabes lo que pensaba Bram Stoker de su obra maestra? La verdad, nunca lo sabremos del todo. Lo que sí sabemos es que Stoker murió pobre, a pesar de que su libro era un éxito. Y claro, eso tuvo que doler…
Puede que su frustración viniera de no haber recibido el reconocimiento (ni el dinero) que merecía por su trabajo. Quién sabe, tal vez eso contribuyó a una relación de amor-odio con Drácula. Curiosamente, durante su vida, Drácula no fue visto como el clásico que hoy conocemos, sino como una obra más en el género del terror gótico, lo que podría haber aumentado la sensación de decepción del autor.
4. J.D. Salinger y El guardián entre el centeno: «¡Dejadme en paz!»
El guardián entre el centeno es uno de esos libros que todos hemos escuchado alguna vez, y que si tuviste la suerte de conocerlo de adolescente, quizás hasta te cambió la vida. Pero J.D. Salinger no estaba nada feliz con su fama. La atención que recibió tras su publicación lo agobió tanto que se convirtió en un ermitaño.
Salinger evitó entrevistas, rechazó adaptaciones y vivió el resto de su vida escribiendo en secreto. Imagina lo mucho que tuvo que odiar la fama para encerrarse y desaparecer del ojo público. Incluso llegó a dejar instrucciones claras para que ninguna de sus obras posteriores fueran publicadas tras su muerte, dejando un halo de misterio que aún fascina a sus seguidores.
Te recomiendo muchísimo este libro. Ha sido de mis favoritos y eso que lo leí por primera vez bien entrada la treintena.
5. Kurt Vonnegut y Matadero cinco: «¿Otra vez esto?»
Matadero cinco es un clásico, pero para Kurt Vonnegut era un recordatorio constante de sus propios demonios. La escribió para lidiar con sus traumas de guerra, pero lo que consiguió fue mantener esas experiencias vívidas con todo lo que ello conllevaba para él.
“Escribí Matadero cinco para exorcizar un demonio, y todo lo que conseguí fue perpetuarlo”, dijo.
Aunque la novela le dio fama y reconocimiento, también lo encasilló como escritor, algo que le frustraba profundamente. Sin embargo y a pesar de todo, Vonnegut nunca dejó de aprovechar el reconocimiento para hablar de los horrores de la guerra, algo que consideraba una responsabilidad moral.
6. Mary Shelley y Frankenstein: Un éxito que se volvió un peso
No podemos olvidarnos de Mary Shelley, la autora de Frankenstein. Aunque la novela la hizo famosa, también se convirtió en un punto de tensión en su vida. Shelley siempre estuvo bajo la sombra de su obra más conocida, lo que opacó el resto de sus escritos.
Además, Frankenstein fue a menudo malinterpretado por críticos y lectores, quienes lo reducían a una simple historia de terror, dejando de lado los profundos temas filosóficos que Shelley quería explorar.
Mary Shelley también lidió con la trágica pérdida de sus seres queridos, lo que marcó su vida y su relación con la literatura.
Y tú, ¿qué opinas?
¿Conoces a algún autor en esta misma situación? Estas historias demuestran que el éxito no siempre es color de rosa. Para algunos autores, sus obras más famosas se convirtieron en un peso que tuvieron que cargar el resto de sus vidas. Pero, ¿qué sería de nosotros sin Sherlock Holmes, Alex DeLarge, Holden Caulfield o el monstruo de Frankenstein? ¡Serían otras vidas, seguro!
¿Crees que el éxito puede ser una maldición? ¿Qué harías si crearas algo que te hiciera famoso pero que ya no soportaras? Cuéntamelo en los comentarios, que esta historia no termina aquí.